martes, 5 de mayo de 2020

1972/1974 MIS AÑOS EN MADRID





En septiembre de 1972 mi padre fue destinado a Madrid por la Primera Bandera de Paracaidistas.
En Alcalá de Henares, calle Ferraz número diez, barrio de Argüelles, alquiló un pisito que constaba de tres dormitorios, un salón, una cocina y un baño, además tenía un balcón que daba a la trasera de una calle que no recuerdo su nombre. Un mes más tarde lo hicimos nosotros; mi madre con 19 años, mi hermano de tan sólo dos meses y yo con dos añitos...
Mi madre no se había separado de sus progenitores a excepción de tres meses, justo un año antes, y coincidiendo con un curso que mi padre estaba haciendo en Hoyo de Manzanares para ascender a Sargento, así que no fue una decisión fácil.
Pero... ¿Qué no se hace por un hijo? Aquí ningún médico le daba un rayito de esperanza para la parálisis cerebral que yo padecía, al contrario, el psiquiatra que me examinó anotó en su cuaderno "retraso mental". Así que, con la intuición que una madre suele poseer, no se equivocó al pensar que allá habrían más adelantos médicos y mejores profesionales.

Una vez en Madrid mi padre movió los hilos para que me vieran en el Gómez Ulla, el hospital militar ubicado en Carabanchel. Tras un reconocimiento médico el doctor González Mas me derivó al hospital Reina Victoria en Cuatro Caminos para empezar mi rehabilitación. En el mismo hospital militar podrían habérmela realizado a través del seguro de mi padre pero, como siempre ocurre, todo es un negocio y me remitió al otro como si fuera una consulta particular.

A mi padre le daban permiso en el cuartel pues, desde Alcalá de Henares hasta Cuatro Caminos, habían más de 30 kilómetros. Se ponía al volante de su simca 1000 rojo, recogía a mi madre que dejaba a mi hermano pequeño con la Sra. Marina, una mujer gordita que se había casado con un Canarión llamado Santiago (joder, los recuerdos como si fuera hoy) 😥 y conducía hasta el hospital de Cuatro Caminos.
Allí los fisioterapeutas enseñaban a mi madre cómo debía hacerme la rehabilitación. No sé si íbamos cada lunes o cada quince días, ni cuántas sesiones me hicieron hasta que le pasaron el relevo a mi madre. Lo que sí recuerdo son los folios con dibujitos en blanco y negro y que tooodas las mañanas, tooodos los al mediodías y tooodas las tardes me obligaba a trabajar los ejercicios. Llegué a odiar las pompas de jabón que me exigía hacer con una pajita, odié caminar como una carrucha y sus enfados para que abriera las manos, odié soplar velas y bolitas de papel, odié hacer collares de macarrones... Lo odié porque para otros niños todo eso era un juego pero para mi un calvario.

A principios de 1974 mi padre tuvo que hacer un curso de apertura manual (saltos) y nos mudamos unos meses a Alcantarilla, Murcia. Alquiló una casita al lado de una panadería y el olor a pan recién hecho y el ruido de los hornos de madrugada los reconocería entre un millón 😊 Tenía un patio interior sin techo y mirábamos hacia el cielo para ver a los paracaidistas volar como pájaros. Tengo tantos y tan lindos recuerdos de ese lugar que me entra un "no sé qué, que no sé yo".

Ese mismo año en Santa Pola, Alicante, di mis primeros pasos. La rehabilitación había hecho efecto mas ello no me libró de los tediosos ejercicios por parte de mi madre...

Una mamá orgullosa...