miércoles, 10 de junio de 2009

Desandando lo andado...

Ahora que he creado mi propio blog, en muchas ocasiones me sorprendo desandando lo andado y reviviendo "cositas" que creía olvidadas. Hay de todo un poco pero, por regla general, la mayoría de esos recuerdos son tan especiales que sin quererlo acaban dibujando una sonrisita en mi rostro.
Uno de ello es de cuando tenía unos nueve o diez añitos y parece como si no hubiera pasado el tiempo porque me acuerdo como si fuera hoy..
Sobre las cinco de la tarde me subía a la gua gua después de un intenso día de colegio y solía sentarme con una amiga, Juana Isabel. Durante el trayecto de regreso a casa, como si de dos pitonisas se tratara, fraguábamos juntas nuestro futuro; yo aseguraba que no me iba a casar, que sería profesora de niños pequeños, que pondría una guardería en el garaje de la casa de Telde y que tendría tres hijos (dos niños y una niña), hasta tenía uno de los nombres para el primero "Carlos Javier". De hecho así llamé a mi primer nenuco, jajajaja!!!
Resulta sorprendente cómo algunas convicciones permanecen inquebrantarles a través del tiempo pues llevo catorce años viviendo en pecado, jajaja!!! No he tenido tres hijos porque el "capullito" de mi pareja así lo decidió pero, contra todo pronóstico, tengo uno que vale por tres, jajajaja!!! Lo de la guardería en el garaje de la casa de Telde, conforme fui cumpliendo años me percaté que la visión del espacio dependía muy mucho del estado de crecimiento del observador. Me ocurrió lo mismo con la piscina que poco a poco y conforme yo me hacía más grande, pasó de ser de olímpica a una bañera gigante, jajaja!!!
Pero, por el contrario y pese a todas las vejaciones y agravios que sufrí en esa etapa de mi vida, sí que logré obtener el título de "Técnico Especialista en Jardín de Infancia" por F.P.
Por aquel entonces contaba con 22 años y fue cuando realmente fui consciente de las palabras que mi madre continuamente me decía... (Si las personas "normales" lo tienen difícil tú lo tendrás peor") Y es que... ¿A quién se le puede negar el derecho a la educación por el mero hecho de tener una discapacidad física? En la década de los 90 algunos puede creer que tal cosa era impensable pero, ayyyy amigos... ni es oro todo lo que reluce ni toda persona errante está perdida...
Pero ese es un capítulo de mi existencia que requiere una dedicación especial que ya escribiré cuando me sienta con ánimos, jeje... El caso es que no hay mal que por bien no venga y, como dije anteriormente, tal experiencia me sirvió para tomar conciencia de que no todo iba a ser de color rosa y que, aunque gastase todas mis energías intentando integrarme en la sociedad, siempre habría alguna persona que no me lo iba a poner nada fácil.
Cuando tú misma estás convencida y sabes que puedes conseguir lo que te propongas, ¿quién es nadie para poner límites a tus aspiraciones escudándose en la deficiencia física que padeces?
Todo aquello me pareció tan injusto e inhumano que desde entonces sólo una idea me rondaba la cabeza: luchar por la integración y reivindicar el respeto a la dignidad como personas que éramos. ¿Y qué mejor manera que hacerlo que desde una cualificación profesional?...
Así que en 1992 empecé a estudiar la carrera de Trabajo Social. Un periodo que marcó mi vida de forma maravillosa pues no sólo me empapé de conceptos teóricos sino también de unos valores humanos que constituyeron la base donde construí los cimientos de mi convivencia social y personal. Fue durante esa etapa donde aprendí a dosificar mi carácter convirtiéndome en una personita mucho más humilde...

Una mamá orgullosa...