jueves, 28 de octubre de 2010

LE PUEDE PASAR A CUALQUIERA PERO...

... ¡¡me sucedió a mi!!
El día dos de octubre tuve un accidente doméstico y me quemé tooooda la frente, parte del labio, del ojo, del pecho y la muñeca derecha.

Resulta de que me compré la thermomix en abril porque me pareció muy útil dado que paso mucho tiempo entre fogones y la maquinita me ahorraba tiempo y calderos. Antes me pasaba 15 minutos picando y troceando verduritas y demás hiervas y, encima, los pedacitos no me quedaban tan chiquititos como yo quería. Ahora, y gracias a este invento, pico, trituro, bato, etc, en tan solo unos segundos y lo hago todo en el mismo sitio, jeje... Además, desde que la uso, mi dieta alimentaria es más variada dada la enorme cantidad de recetas que existen por la red. Ayer mismo hice unas berenjenas con carne picada y tomatito que... uhmmmm, ¡¡estaban de rechupete!!.

El único handicap que le veo a mi maravilloso robot de cocina es que tiene poca capacidad a la hora de hacer caldos o patajitos y de ahí mi accidente doméstico...
El sábado día dos estaba manos a la obra con un hermoso potaje de judías y, aparte del medio litro de agua que aconsejaba la recetita, añadí 300 litros más para hacer los 800 que era el máximo que se podía agregar aparte de las verduras. ¿Qué pasó? Pues que no me di cuenta de que al echarle las judías ese tope iba aumentar... Encima esa vez, antes de batirlo, no retiré con el cucharón los dos platos que previamente aparto para Alberto porque él prefiere comerse el potajito entero y no molido. Así que entre una cosa y otra, se unieron una serie de factores que hizo que al batirlo me saltara todo el caldo hacia la cara.

Ni grité, ni me asusté, ni hice ningún gesto. Mi reacción fue bajar la cabeza, cerrar los ojos y no soltar el cubilete hasta que vi que mi hijo, que estaba detrás de mi, huyó de la cocina gritando ¡¡mamá sal!! Mi temor era que si soltaba el cubilete éste saltaría de la tapa con lo cual el potaje reventaría en todo su explendor y podía quemarlo.
Hasta ese momento no había sentido ningún daño, seguramente por el hecho de estar más preocupada en que no le sucediera nada a mi hijo, pero después fue tal el dolor que sentí que no podía parar de gritar ¡¡me quemé, me quemé... me duele, me duele!!

Mi pareja, que no conduce, llamó a mi hermano que vive en la misma zona para que nos llevara a urgencias. Pero yo no podía aguantar el tremendo dolor que sentía, pese haberme puesto una toalla mojada en la frente, y decidí salir a la calle a buscar un taxi. En ese momento me importó un carajo las pintas que llevaba... Una larga camisola de playa, sin sujetador y en zapatillas de andar por casa... Lo único que quería era llegar lo antes posible al Centro de Salud y que me aliviaran, aunque fuese un pizquito, aquel sufrimiento tan grande...

A Dios gracia por el camino nos encontramos a mi hermano que nos llevó hasta allí, porque no hallábamos taxi alguno, (está claro que cuando se los necesita no aparecen). Durante el trayecto no dejé de llorar y mi pequeño asustado al ver, por primera vez en sus diez añitos de vida, a su madre inmersa en un paño de lágrimas me ofreció una toallita impregnada en alcohol que había cogido de casa, para que la oliese. Tal cosa es lo que yo hago con él cuando se siente fatigado o con mal estar... Mi niñito tuvo la delicadeza de llevarme "el remedio casero" pensando que iba a ir bien en aquellas circunstancias. Es un primor...

Llegamos a urgencias, me curaron, me pincharon un nolotil y de vuelta a casa batí el potaje que había quedado a media... Tenía el presentimiento de que si no cogía al toro por los cuernos ese mismo día, me costaría mucho más agarrarlo otro día.


Una mamá orgullosa...