sábado, 6 de noviembre de 2010

EL PRODIGIOSO HECHO DE SER MADRE...




Aún me quedan algunos sueños por cumplir pero el más extraordinario ya lo he conseguido: SER MADRE.

 Recuerdo cuando me hice la prueba con el predictor... Sólo tenía dos días de falta pero algo me decía que dentro de mi la "semillita" ya había germinado, de manera que ese día fui a trabajar como cualquier otro pero, con una diferencia, llevaba encima el pequeño cachivache que confirmaría mi sospecha.
Todas mis compañeras esperaban fuera del baño mientras yo, sentada en el vater, me disponía a inundar aquella cosa. Entre los nervios y la ansiedad casi no doy en la diana con el chorro y faltó poco para tener que salir a comprar otro predictor (risas). El minuto siguiente me pareció eterno....
Cuando aparecieron las dos líneas azules indicadores de que el resultado era positivo, tuve que volver a leer las instrucciones de  la prueba porque, pese a mi presentimiento, bien es cierto que no me considero bruja y no las tenía todas conmigo. Una vez reeleído el prospecto y mirado cincuenta mil veces el predictor me dije: "¡Dios mio, estoy embarazada!"  
No me lo podía creer... Salí del baño con una sonrisa de oreja a oreja y fue entonces cuando todas mis compañeras empezaron a gritar de alegría.

 No quise decir nada en casa hasta confirmar mi embarazo mediante analítica aunque debía esperar una semana porque para que sean fiables tenía que poseer suficiente GCH (una horrmona especial) en la sangre. Pero, para bien o para mal, tuve que acudir al materno al día siguiente ya que esa mañana, al orinar, tenía manchas de sangre en el salvaslip...
Allí, al saber que sólo tenía tres días de falta, el médico dijo que el análisis seguramente saldría negativo con lo cual no haría falta una inspección interna por parte de un ginecólogo pues lo más probable es que fuera a venirme la regla. Cual fue su asombro cuando la enfermera, al cabo de 45 minutos, se le trajo con el resultado: POSITIVO

Me hicieron una exploración pero no vieron nada anormal... Aún así me mandaron hacer reposo relativo con un dignóstico de amenaza de aborto.

Recuerdo que ese día le había dicho a mi madre que antes de ir a trabajar iría al médico porque la tos, que tenía desde hacía una semana, no se me quitaba. Al verme llegar a casa tan temprano me preguntó con cara de asustada: "¿Qué haces aquí tan pronto, qué te dijo el médico?" a lo que yo, con ese humor que siempre me caracteriza, contesté: "Na... mira tú... vas al médico por una cosa y te descubren otra... ¡vas a ser abuela!"
La imagen de ese momento jamás se me olvidará en la vida porque se puso tan amarilla que pensé iba a darle algo. Luego dijo: "La que se nos viene encima..." y se fue hacia el salón. A excepción de los amigos, nadie en casa expresó una "inmensa" alegría por el hecho pero, en esos momentos, lo primordial no era cómo se sintieran los demás... Lo verdaderamente trascendental para mi era ese hijo que ya crecía en mi vientre...

Después de eso vinieron semanas de analíticas, pruebas de azúcar, visitas médicas, etc. Mi madre decidió que, si tenía que hacer reposo, lo mejor era me quedara en su casa y así evitar realizar esfuerzos innecesarios. Benditas mamás, qué haríamos sin ellas, siempre están ahí pese a todo lo que tienen que tragar...
Estuve en "clausura" un mes y medio entero y yo seguía manchando... Tenía ya casi tres meses cuando un día se me estofaron los bigotes y decidí que ya era hora de irme a mi casa. No por nada en especial... Sólo necesitaba retomar mi vida habitual, si tenía que abortar prefería hacerlo con tres meses y no más tarde. Así que cogí mis bartulos y regresé a mi hogar con todas las posibles consecuencias. No trabajaba fuera de casa, aún estaba de baja, pero dentro... Ufff, dentro de casa no paraba la pata y tal como empecé a manchar dejé de hacerlo.

A partir de ahí tuve un embarazo fuera de lo habitual. Sin malestar... sin hinchazones... sin vómitos, sólo tenía naúseas si habría la nevera por la mañana, de manera que mientras Alberto me preparaba el desayuno yo me encerraba en la habitación hasta que ya podía ir a zampármelo. Luego bajaba a esperar la gua-gua que me llevaría hasta la zona donde trabajaba. Solía reirme y decir que si no fuese porque llevaba meses sin caer mala no diría estuviera embarazada.

Todavía no habíamos decidido qué nombres le pondríamos al bebé. Además de porque cuando me hacían una eco, siempre estaba enseñándonos el culo y no sabíamos el sexo que iba a tener, porque cada vez que sacábamos el tema nunca había consenso. Yo estaba tan segura que sería un niño que le propuse Alberto un acuerdo: si era niño yo elegía su nombre y si era niña lo elegiría él... Pero no picó (risas)

 A las 16 semanas por primera vez sentí unas burbujitas en mi vientre y supe que eran las pataditas de mi bebé... Y, justo, ese mismo día me llamaron para recoger la prueba de la amiocentesis que me habían practicado dos semanas antes. El resultado fue: .... UN VARON NORMAL.
¡¡Por fin sabíamos su sexo!! Y, por fin, después de mucho debatir decidimos llamar a nuestro hijo HUMBERTO...

Hago memoria y me sonrío al recordar cómo le gritaba "¡¡Humbertooo, vamos al aguaaa!!" cada vez que me disponía a darme un bañito de espuma y el muy jodio empezaba a moverse como si entendiera. Luego, al pasar el agua calentita por mi barriguita, la acariciaba y le decía... "Esto es el agüita mi vida" y él se quedaba quieeeeeto, quieeeeeto, parecía que se relajaba y todo, jeje... Siempre estaba hablándole y le hacía partícipe de todo lo que sucedía alrededor. También le ponía música de Los Pecos y de mi  Luismi, así me salió de enamoradizo y sensible, jaajaja... Si lo llego a saber me pongo a bailar salsa, aunque no sé qué hubiera sido peor.

A los cinco meses de gestación, en septiembre de 1999, compré mi primer coche. Un peugeot 206 de color azul marino el cual conducí hasta el día que rompí aguas. Yo, por aquel entonces, trabajaba de auxiliar administrativa en una gestoría dedicada a tramitar escrituras y tenía un jefe que se portó conmigo maravillosamente siempre. Se llamaba, bueno y se llama, Enrique Bañares y recuerdo que durante todo mi embarazo no se cansaba de advertirme que si necesitaba días para descansar o lo que fuera que bastaba con hacérselo saber, y, de hecho, a partir de mi séptimo mes de gestación un par de veces tuve que llamar a la empresa para comunicar que no podía acudir porque me había pasado toda la noche vomitando los peazos bocadillos de chorizo revilla que cenaba.

Mi parto estaba previsto para el día 8 de febrero mediante una cesárea programada pero, estábamos en la primera quincena de enero y yo apenas podía dormir por las noches dadas las molestias que sentía en los riñones. Al visitar al ginecólogo me dijo que eran contracciones pero que no me preocupara. Recuerdo que el viernes 21 de enero fui a trabajar pero con la idea de decirle a mi jefe que iba a coger la baja porque ya no aguantaba más. Mi sorpresa fue que ese mismo día a las 21.30 de la noche rompí aguas alumbrando a mi pequeño un 22 de enero a la 00.55 de la mañana...

Una mamá orgullosa...