miércoles, 29 de abril de 2009

Julio 1965-1969

Rondaba el mes de junio del año 1969 cuando mi madre tuvo la sospecha de que podía estar encinta...

Mis padres se habían conocido un 25 de julio de 1965 y desde entonces, entre cartas y encuentros furtivos, habían mantenido su particular relación. Pero no sería hasta pasados tres años cuando ese noviazgo se consolidó como tal.

Todo cambió cuando mi madre, con tan sólo 16 años y sola, fue al ginecólogo y éste le confirmó lo que ya sospechaba. Lo primero que se le vino a la cabeza fue en el disgusto tan grande que iba a llevarse mi abuelo cuando se enterara. Mi madre idolatraba a su padre. Tanto era la adoración que le profesaba que llegó a reflexionar sobre la posibilidad de ocultarle su embarazo e irse los meses que durase a Tenerife, pues allí tenía familia directa la cual podía "echarle un cabo", y volver cuando me diera a luz para evitarle un sufrimiento innecesario. Estaba convencida, o así lo quería creer, que cualquier posible mal trago que pudiera hacerle pasar se transformaría en alegría e ilusión una vez me tuviese en sus brazos.
Pero nada sucedió tal cual imaginó en esas primeras divagaciones de adolescente y cuando hizo partícipe a mi padre de su estado de "buena esperanza" éste no lo pensó dos veces y, automáticamente, dijo que tenían que casarse.
Hoy día cada persona es dueña de su vida y elige cómo y con quién desea vivirla, pero en aquella época, hace 40 años, todo era muy distinto y si te quedabas "preñada" siendo soltera la única opción que tenías era casarte (y eso en el mejor de los casos).
Así fue como un 25 de julio de 1969 a las 20.00 horas de un... (mi madre dice cree fue un sábado pero no se acuerda, jajaja, ains... cabecita esa pa un caldo pescao, jajaja...), ella con 16 años, él con 24 y justo cuatro años después de conocerse, mis padres contrajeron Santo matrimonio en un enlace oficiado por el sacerdote D. Miguel Ojeda en la Parroquia San Francisco de Asís.
Fue a partir de ese momento cuando realmente su historia, que también es la mia, dio el verdadero giro. Uno de 360 grados...
(Continuará...)

martes, 28 de abril de 2009

Artíulo del "EL MUNDO" (Gracias cuñááá)

Una trabajadora de la Fundación Numen ayuda a una niña con parálisis. (Foto: José Aymá)
ESTUDIO EUROPEO CON 800 NIÑOS CON PARÁLISIS CEREBRAL
Aislados por el dolor y la falta de atención Un estudio europeo a 800 niños con esta discapacidad analiza su calidad de vida La incapacidad intelectual, para andar, comunicarse y el dolor limitan su socialización Dinamarca es el país que más recursos pone a disposición de estos enfermos PATRICIA MATEY
MADRID.- No es lo mismo ser un niño con parálisis cerebral y vivir en Francia o Italia que en Dinamarca. Algunos países europeos deberían destinar más recursos a los menores con discapacidades en aras de elevar su participación en todos los aspectos de la vida. Lo demuestra el hecho de que los niños daneses sean, con diferencia, los que más integrados están en sus comunidades, tal y como acaba de confirmar un estudio europeo en el que no hay datos españoles.
La parálisis cerebral (PC), cuya incidencia está aumentando tanto dentro de nuestras fronteras como en el resto de países de nuestro entorno, afecta a 2,5 niños por cada 1.000 nacidos vivos. Es la causa más frecuente de discapacidad que se produce en la infancia y que llega hasta la edad adulta. Se debe a una lesión cerebral durante el embarazo, el parto o en los primeros años de vida. Quienes la sufren, además, de tener afectados los movimientos, la fuerza muscular, la coordinación y el equilibro, suelen presentar otros problemas asociados como trastornos cognitivos, sensoriales o del lenguaje.
La nueva investigación forma parte del proyecto SPARCLE [Estudio de la Participación de los Niños con Parálisis Cerebral que viven en Europa], promovido para 'descubrir' cómo mejorar la calidad de vida de los afectados y su colaboración en el día a día en todos los ámbitos. Los datos, recogidos en la revista 'British Medical Journal', se han obtenido gracias a la participación de 818 niños de entre ocho y 12 años con PC y sus padres, residentes en nueve regiones de Francia, Alemania, Irlanda, Dinamarca, Suecia, Italia y Reino Unido. Todos ellos rellenaron el cuestionario conocido como Life-H, desarrollado por la Organización Mundial de la Salud para medir en qué y cuánto participan los menores con discapacidad a través de sus hábitos de vida. Las preguntabas abarcaban múltiples y diferentes aspectos como: tipo de discapacidad, actividades diarias, papel social, comunicación, asistencia al colegio, interacción con otras personas, capacidad para comer o vestirse solo... entre otros. "Decidimos preguntar también por la frecuencia y la severidad del dolor en las dos semanas previas a la realización del cuestionario. Indagamos, asimismo, en el nivel de educación de los padres y si residían en una zona rural o urbana", señalan los investigadores en su estudio, liderados por Allan Colver, de la Universidad Newcastle (Reino Unido).
Entre los "niños con PC, los daños en la capacidad motora e intelectual, en la habilidad para andar, la comunicación y el dolor referido por los padres están fuertemente asociados a una baja participación en todas las áreas encuestadas", determinan los autores que insisten en que "el dato que hace referencia al dolor nos ha resultado muy llamativo y creemos que se debería tener en cuenta con el fin de que los especialistas se aseguren que el manejo del mismo se hace de la forma adecuada".
Dinamarca, un ejemplo Tras tener en cuenta, precisamente esta variable (dolor) y la incapacidad que causa la enfermedad, la intervención de los niños varía significativamente dependiendo del lugar de residencia del menor. Así, "los niños daneses tienen una alta participación en todos los dominios analizados, a excepción de las relaciones personales, en comparación con los menores de los otros países", reza el estudio. De hecho, parte de estas diferencias se explican "por las distintas políticas y leyes referidas directamente a la igualdad en información, educación, seguridad social, servicios de asistencia y cuidados, asistencia tecnológica de los diferentes países".
Se suma a este hecho el "que los grupos de apoyo daneses a pesonas discapacitadas han participado en la elaboración de distintas medidas con el fin de implementar el principio de igualdad en el acceso a los servicios. Así, los clubs deportivos, restaurantes, centros culturales, deben asegurar el acceso a los niños con minusvalía. Además, el sistema público danés tiene clubs que atienden a todos los chicos y chicas hasta los 12 años después de salir del colegio tengan o no discapacidad. Además de que también ofrecen, junto con Suecia, información a los padres sobre la asistencia tecnológica para los afectados". "La rehabilitación de los enfermos necesita que se extienda más allá de las dimensiones biomédicas de la enfermedad... Los hallazgos sugieren que los países deberían pensar en planear y desarrollar programas que beneficien a todos pero particularmente a los que ciudadanos desaventajados", defiende Peter Rosenbaum, de la Universidad McMaster (Canadá) en un editorial que acompaña al estudio.
Pero sobre todo, este experto recuerda que el estudio "refleja una forma moderna de pensar en la salud y en su función".

miércoles, 22 de abril de 2009

Mi padre...

Dicen que las niñas, por regla general, suelen ser más “padreras” que los niños, mas no es mi caso. Yo siempre he sido muy “madrera”. Con mi padre siempre “he chocado” aunque eso no significa que no lo quiera muchísimo. De hecho, hay tres escenas grabadas en mi memoria que cuando las evoco llenan mi alma de un sentimiento tan bonito como nostálgico.
La primera que guardo de una manera especial data de 1975. Recuerdo que hacía unos meses había empezado en el colegio (San Juan de Dios) y la gua-gua me dejaba, junto con otros niños, en el Teatro Pérez Galdós. Por aquel entonces vivíamos en el Risco de San Nicolás y era mi madre quien normalmente me esperaba para llevarme a casa. Yo siempre me sentaba al lado de la ventana y conforme nos íbamos acercando a la parada empezaba a mirar impaciente hasta que la divisaba.
¡¡Ayyyy... qué sensación de alivio cuando la veía!! Era como si hasta ese momento hubiese contenido la respiración por miedo a que no viniera a buscarme y me quitaran un gran peso de encima al verla, a continuación la saludaba con mi manita y sonreía mientras ella caminaba en dirección a la gua-gua devolviéndome la sonrisa.
Pero aquel día fue muy diferente porque lo primero que vi al llegar a mi destino fue la gran sonrisa de ¡MI PADREEEE! dándome la bienvenida, ni siquiera bajé los dos primeros escalones de la gua-gua como acostumbraba hacer con mi madre porque enseguida me cogió en brazos, me llevó al kiosko que había en la plazoleta y me compró unos paraguas de chocolate y un bolso de “Pipi Cazalargas”, jajaja... Estaba hecho con la misma tela de los sacos papas de aquella época y tenía la carita de Pipi cocida en él, uyyyy... Cómo destacaban aquellas trenzas naranjas, jajaja!!
La segunda de ellas también creo ronda el mismo año pero no estoy muy segura, sólo sé que era un fin de semana y mi padre llegaba de unas maniobras o algo similar, incluso podía haber sido de la famosa “marcha verde” del Aaiún, no lo sé... El caso es que hacía días, semanas, que había estado fuera de casa y estaba a punto de regresar. Mi madre estuvo pendiente de su llegada asomada a la entrada y cuando lo vio nos dijo a mi hermano y a mi: -¡Venga, escondansen detrás de la puerta que ya viene papá!- Así lo hicimos y cuando mi padre entró a casa, salimos nosotros de detrás de aquella puerta de madera grandota y robusta gritando y saltando de alegría para darle la bienvenida, jajaja!! Jamás olvidaré la sonrisa y los ojillos chispeantes de mi padre al vernos.
Y el tercer recuerdo especial que tengo de mi padre es del año 1995, el día de mi Orla. Yo tenía 25 años y acababa de diplomarme en Trabajo Social por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Cuando recogí mi Orla y la rosa de manos del Decano y me dirigía a ocupar mi sitio de nuevo, miré hacia donde estaba sentada mi “gente” y vi como mi padre se enjuagaba las lágrimas...
No puedo describir el sentimiento que me inundó por dentro pero sí puedo decir que, en aquel momento di pleno significado al dicho “más vale una imagen que mil palabras”. Mi padre nunca ha sido muy comunicativo pero por primera vez su silencio reclamaba mi atención pues, por primera vez también, tuve la certeza que estaba orgulloso de mi...
Ahora ya saben de quién he heredado mi linda sonrisa y los ojillos de "Piolín". (Y es cierto, ¡¡no tengo abuelas!! jajaja...)
¡Te quiero mucho PAPUCHIII!

sábado, 18 de abril de 2009

Refexiones y conclusiones personales.

A veces me pregunto el por qué de mi existencia puesto que considero que todos estamos en este mundo por alguna razón. Puedo asegurar, sin miedo a equivocarme o pecar de exagerada, que toda mi vida ha sido una lucha constante; siempre debiendo demostrar a los demás mis aptitudes y capacidades, siempre en continuo exámen, en permanente competitividad con esta clasista sociedad... Soy mujer fuerte, quizás hasta demasiado, podrían clavarme una estaca en mi pecho que lo más probable lo aguantaría pero, contradictoriamente, soporto más el sufrimiento propio que el ajeno. No me permito fallo alguno y, sin embargo, seguramente me equivoco demasiado. Mujer de gran carácter que ha sabido dosificarlo con la ayuda incondicional del paso de los años... Descubrí tenía un rol masculino muy desarrollado, probablemente a la continua insistencia materna de que debía ser fuerte y luchar porque las lamentaciones y las lágrimas no conducían a nada y yo tenía que lograr mi independencia en la vida. Pero a poquito mi rol femenino fue emergiendo de lo más recóndito de mi ser y, "al golpito", voy descubriendo que errar no es malo ni llorar símbolo de debilidad... Que ser fuerte no es exclusividad del hombre y que lo peor que te puede ourrir no es ser débil sino INSENSIBLE.

martes, 14 de abril de 2009

Recordando...



Nada recuerdo con más agrado de mi niñez que los sueños y las fantasías.
Esa inmensa capacidad de los niños de suspirar, de abrir los ojos y mirar con lo más profundo de su mente y su corazón al mundo de la ilusión.
Esa capacidad de imaginar...
Lo increíble es que el niño no solo lo ve y lo siente como si fuera realidad, sino que tiene la capacidad de vivirlo sin reservas más allá de cualquier frontera.

Mi infancia... Jooooo... Soy la primogénita de cinco hijos. Mi madre me tuvo cuando aún no habia cumplido los 17 años y a mi padre le faltaban 4 meses para los 25. En aquel entonces se decía eso de: "se casaron de penalti", cuando una pareja contraía matrimonio porque ella estaba embarazada.
En el colegio, cuando se lo conté a mi mejor amiga ésta me dijo: "que pena, no?". Tuve que mirarla inquisitivamente porque prosiguió con un: "lo digo porque si se casaron por obligación a lo mejor no estaban lo suficientemente enamorados"...
Yo en cambio siempre pensé que era afortunada. Imagino a esa pareja de novios, comiéndose a bechitos... regalándose caricias por doquier... AMÁNDOSE y todo ello a escondidas, uhmmmm... qué rico!. ¡¡SOY FRUTO DE LA PASIÓOON...!!, toda FUEGOOOO, uhmmm... Así salí... con las hormonas disparás, jajaja....
Uy, creo me estoy saliendo del tema jijiji.... Recapitulemos. Ejem...

Mi infancia... (suspirito) El eco de su presencia siembra primavera en mis inviernos, y el recuerdo de sus caricias reverdece el jardín de mis otoños.... Siempre he afirmado ha sido la época de mi vida que recuerdo con más nostalgia, quizás porque los niños son sinceros pero sin maldad e inocentes por naturaleza y por ello inmunes a la sociedad...
Fuí una niña feliz. No recuerdo verme diferente a mis hermanos o amigos; siempre era una más porque, pese a que dí mis primeros pasos cuando otros a mi edad brincaban y comencé hablar cuando los demás eran ya "cotorras", yo me hacía entender con gestos y llegaba a cualquier sitio arrastrándome por el suelo (nadie me ganaba imitando a las serpientes, jijiji...)
Me gustaba mucho que me leyeran antes de dormir... Mi madre tenía una colección de mini-cuentos, medían quizás el doble de una caja de fósforos, la letra era minúscula y estaban llenos de imágenes; "Blanca Nieves"... "El patito feo"... "Pulgarcito"... Ella se sentaba en mi camita y yo la escuchaba embobá recostada en sus muslos para poder ver los dibujos del mini-cuento. Me encantaba pintar también. Todos me compraban blocks de aquellos para colorear... Recuerdo que en una hoja venía el dibujo ya pintado y en la siguiente sin colorear para que tú lo hicieras igual, pero yo habitualmente me iba a las páginas centrales jeje... eran donde no habían moldes para fijarse y daban rienda suelta a la imaginación. Nunca he sido muy devota de lo impuesto y como siempre me ha gustado curiosear, supongo aquello era lo más parecido a sentirme yo misma.

Recuerdo mi primera llantina... No entendía por qué mi hermano, que era dos años más pequeño, podía ir a la guardería del barrio y yo no . No sé que mentira piadosa me diría mi madre en aquel momento, pero el único impedimento que me negaba el acceso aquel jardín de infancia era mi discapacidad, simplemente me veían distinta y no querían problemas. Aun así mi madre logró la "gran obra de caridad", y los días en que a ella no le quedaba más remedio porque debía hacer gestiones en la calle y no tenía con quien dejarme, sólo esos días, yo podía disfrutar de una jornada de guardería como cualquier hija de vecina .

Muchas veces, cuando mi hijo hace de las suyas, le digo a mi pareja que dentro de unos años nos reiremos de ello...
Mi madre hoy se ríe al recordar el juego de sábanas que tiró cuando vio escritas en ellas, ¡y con bolígrafo!, las vocales, jajaja.... Creía había sido cosa de la hija de la vecina porque mi hermano tenía apena dos añitos y yo... bueno que yo pudiera hacerlo, eso era impensable; entre otras cosas porque los días de guarderías no habrían dado tiempo a que las aprendiera. El caso es que al parecer la vecina, íntima amiga de mi madre, apostaba el cuello que había sido yo alegando que su hija no sabía hacer ni la "O" con un canuto, jajaja.... así que no quedó otra que comprobarlo. Menos mal que lo de jugarse el cuello era en sentido figurativo... jajaja....

Mi infancia... (suspirito). Podría estar evocando recuerdos de ella que no me cansaría... Fui una niña feliz y supongo que por ello, ahora me siento tan bien por dentro y se nota por fuera...
El niño es como un barro suave donde puedes grabar lo que quieras... pero esas marcas se quedan en la piel... Esas cicatrices se marcan en el corazón... Y no se borran nunca....
Esto bien podría ser un homenaje a mis padres por lo magnífico que lo hicieron. Ahora que soy madre, sé lo difícil que resulta a pesar de que se pone todo el empeño del mundo y más....

Una mamá orgullosa...