martes, 3 de noviembre de 2009

¡¡Ha nacido una estrella!!

Esta mañana me he llevado una de las que , seguramente, será la primera de muchas alegrías...
Me llamó Daniel, el productor de "Nuestra Mini Gente", para decirme que el productor de "Instinto Cómico" lo había visto actuar en el skech del médico que hizo el programa y le había gustado mucho. ¡¡Que lo quería para grabar un skech de "EN CLAVE DE JA"!! Así que mañana miércoles se va a Tenerife acompañado de su padre para cumplir uno de sus sueños, ¡¡¡hacer un programa junto a sus actores favoritoooos!!!

Ustedes ya pueden imaginar lo que tal cosa significa para mi pequeño artista pero... Les aseguro que lo que jamás podrán es hacerse una idea de como se siente esta madre, ¡¡ni he desayunado porque se me ha formado un nudo en el estómago de la emoción, jajaja!!

Hace una semana le había comprado un album de fotos con la intención de que él mismo guardara allí todos los recuerditos de su paso por el casting y lo primero que hizo fue pegar los recortes de prensa que tenía con las fotos de los protagonistas de "EN CLAVE DE JA".

Ains... (suspirito...) Esta noche le jincaré tres "tranquimanices" en la leche, jijiji...

jueves, 29 de octubre de 2009

Conferencia presentada en el I Ciclo de Conferencias “Discapacidad e Igualdad de Oportunidades” del GIAT sobre Discapacidad de la Fundación Isonomía para la Igualdad de Oportunidades (Universitat Jaume I -Castellón, abril 03).

Héroes y parias. La Dignidad de las Personas con Discapacidad. Javier Romañach. Foro de Vida Independiente.

1.1. Introducción


Desde Tiresias hasta Hawkings, pasando por Beethoven, la discapacidad ha sido una parte integral e importante de la historia de la humanidad, en sus mitos, en sus ciencias, en sus artes.


Estos tres nombres no son más que la punta del iceberg de un fenómeno que provoca sensaciones encontradas en nuestra sociedad: la existencia de individuos diferentes que son tradicionalmente catalogados por el origen médico de sus diferencias y menospreciados por el lenguaje que los adjetiva.


Los individuos que han pertenecido y pertenecen a este colectivo se han visto obligados a vivir siempre como una minoría destinada a ser los héroes (en su minoría) y parias sin casta (en su mayoría) de una sociedad en la que no siempre han habido castas.


Héroes y parias se han visto condenados a vivir en una sociedad que ha tenido siempre una actitud incoherente respecto a su existencia, ya que mientras sus seres más próximos les querían, la sociedad les relegaba como individuos inútiles; ciudadanos de segunda que debían permanecer en esa esquina social de los infelices, los enfermos, los parias.


Así, en esa posición de queridos, pero no deseados, y con la eterna esperanza de una cura que nunca llegará para todos, las personas con discapacidad han ido asumiendo su rol en la sociedad moderna, en la que forman parte de una más de las muchas minorías, pero con una peculiaridad: no existe nadie que pertenezca a esa minoría que quiera pertenecer a ella, porque es, al parecer, fuente de infelicidad segura.


De esta manera, todas las personas con discapacidad hemos ido a parar a un gheto en el que nadie quiere entrar y del que todo el mundo quiere salir con la esperanza de la curación propia, inconscientes de que la discapacidad estará siempre aquí.


Las razones que motivan ese deseo de salir del gueto, de la casta de los parias sin casta, parecen obvias a priori, sin embargo requieren un análisis profundo para su mejor comprensión por parte de la sociedad, de la que las personas con discapacidad formamos parte, y para poder encontrar razones que alimenten la autoestima de las personas que tenemos alguna discapacidad.


Este análisis lo podemos realizar en los siguientes ejes fundamentales:


• La tradición judeo-cristiana


• La felicidad inalcanzable


• El mito médico-científico


• La teoría de las minorías


• El diseño social


2. La tradición judeo-cristiana


En la tradición religiosa del mundo occidental, una persona con discapacidad es un enfermo al que la ciencia no ha podido curar, por lo que la actitud a adoptar ante él o ella es la compasión y la piedad por el enfermo incurable. Hace dos mil años, algunos tuvieron suerte, ya que Jesucristo, para demostrar que era hijo de Dios hizo algunos milagros y curó a unos pocos. Hoy en día, el Papa no tiene ese poder para hacer milagros, por lo que las personas con discapacidad sólo podemos esperar que nos cure la ciencia, a no ser que Dios envíe a otro hijo a curarnos, y esta vez deberá ser de forma masiva, ya que hay muchas más personas con discapacidad.


Para nosotros, enfermos incurables, hay condescendencia, comprensión, piedad y mucha ayuda a nivel personal y, por supuesto, el estatus de hijos de Dios que nos iguala al resto de los seres humanos y nos concede el derecho a la vida.


Este estatus tiene, por lo tanto, una doble vertiente, por un lado la de ayudarnos e igualarnos al resto de los hombres y por el otro la de encasillarnos en ser seres dignos de condescendencia que no pueden abandonar su posición.


Esta dicotomía inunda el pensamiento contemporáneo y es responsable de la división entre “nosotros” y “ellos”, que también está presente en este artículo, adornando y dando cobertura a una posición ambigua que es la raíz de algunos de los males que sufre el colectivo de personas con discapacidad.


Luchar contra dos mil años de historia no va a ser tarea fácil, pero es uno de los objetivos de este artículo. Es imprescindible abandonar el concepto de enfermo incurable y sus palabras asociadas: inválido, minusválido, subnormal, inútil, etc., para afrontar la modernidad con otros conceptos: la igualdad de derechos, la aceptación social y la no discriminación, para poder encarar un futuro en el que se nos tenga menos pena y en el se garantice mejor nuestra igualdad de derechos.


3. La felicidad inalcanzable


La cultura occidental vive en la eterna persecución de la felicidad, utilizando para ello manuales o cánones variopintos entre los que se encuentran el manual cristiano del amor y el concepto tradicional de la riqueza y el poder, a los que en el último siglo se ha unido el consumismo como pilar básico.


Hoy en día, la “guía rápida” de la felicidad del mundo occidental incluye un variado abanico de ideas y objetos entre los que podemos incluir la salud, la familia, el amor, el coche, la lavadora, el televisor, el lavaplatos, el ordenador, la Nintendo, la ropa de marca, el cuerpo “Danone”, la fama, la gloria y el triunfo social, sin que haya una clara prioridad entre todas estas cosas y otras muchas no mencionadas.


Como se puede observar, la discapacidad, asociada tradicionalmente a la falta de salud y que además es impedimento para la fama y la gloria, la belleza y el triunfo social (excepto en el caso de nuestros héroes), parece ser un claro impedimento para acceder a la felicidad, de lo que se infiere automáticamente, que las personas con discapacidad no seremos nunca felices, y que sólo alcanzaremos la felicidad si dejamos de tener una discapacidad.


El error que creo que cometemos es fundamental: la felicidad es un concepto subjetivo, individual que viene derivado de la percepción que un individuo tiene de sus circunstancias, no de cómo son éstas “objetivamente”.


La interminable lista de requisitos a cumplir no lleva necesariamente a la felicidad, que genera un camino infinito de búsqueda que entretiene al hombre. El truco para acercarse a la felicidad está, tal como se describe en el cuento del hombre que no tenía camisa, en reducir la lista de requisitos.


Para este proceso de eliminación de requisitos, la discapacidad puede ser una herramienta importante, aunque llegar a esta situación requiere un importante esfuerzo de reflexión.


No es mi intención preconizar que la discapacidad nos acerca a la felicidad, sino aportar una reflexión distinta que nos permita apreciar lo que verdaderamente ocurre. La discapacidad, aunque no lo parezca, es un elemento neutro a la hora de buscar la felicidad, y se puede decir sin temor a equivocación que algunas personas con discapacidad sean posiblemente de las más felices de este mundo. Es más, las personas con discapacidad forman un colectivo que provoca una cierta dosis de felicidad a aquellos que les ayudan día a día.


4. El mito médico-científico


En la sociedad moderna, en la que se han conseguido grandes avances científicos y técnicos, la ciencia y el conocimiento médico-científico parecen no tener límites. Las insuficientes victorias que se han conseguido en el mundo médico, si las comparamos con las eternas derrotas, hacen que todas las personas con discapacidad y la sociedad miren con esperanza este campo de actividad como medio de erradicar el problema de la discapacidad, de manera parecida a cómo los avances tecnológicos parecían prometer una solución a la pobreza.


Parece increíble que con las nuevas técnicas de explotación agrícola, las modificaciones genéticas de las plantas, los nuevos cultivos, etc. haya todavía tanta hambre en el planeta tierra y, sin embargo, es un hecho y seguramente lo seguirá siendo, porque no es sólo un problema tecnológico, sino también un problema de estructuras sociales, culturales y económicas. Por otro lado, si la riqueza crece ¿por qué no disminuyen los índices de pobreza?




Uno de los motivos es que aparecen nuevas formas de pobreza, de manera que cada avance, conlleva un retroceso.


Lo mismo ocurre con el modelo médico. La esperanza de vida aumenta, pero llegamos al final de nuestra vida con más discapacidad. Si el autor de este artículo hubiera tenido un golpe similar hace un siglo, no sería una persona con discapacidad, sería una persona muerta. Haciendo este sencillo razonamiento se puede observar que el avanzar de la ciencia, en lo que respecta a la medicina, la discapacidad no desaparece, simplemente cambia.


Por mucho que las investigaciones genéticas avancen, tampoco nos sacarán de este atolladero. Y creo que no me equivoco cuando afirmo que los genetistas están cometiendo el mismo error que los físicos a principios del siglo XX; cuando creían que ya empezaban a saberlo todo, se dieron cuenta de que mucho de lo que sabían ya no valía y de que empezaba una nueva era de investigación.


La historia me da la razón y creo que en el futuro también lo hará, luego soy partidario de desmitificar a la ciencia y partir de la realidad incontestable de que la discapacidad es inherente a la humanidad y no va a desaparecer.


No quiere esto decir que no habrá personas cuya discapacidad se pueda curar (empieza a pasar con los miopes), sino que tomada en su conjunto, en la sociedad siempre habrá personas con limitaciones físicas, psíquicas, de audición y de visión.


Tampoco se puede negar que el origen de los problemas de las personas con discapacidad tenga una dimensión médica. Pero problemas de salud o deficiencias en el funcionamiento de nuestro cuerpo las tenemos todos y los verdaderos problemas de las personas con discapacidad empiezan cuando estos problemas de salud o estas deficiencias empiezan a afectar a su dimensión social. Ser miope ha significado un problema para mí durante los 30 años que he llevado gafas, sin embargo mi tetraplejia, que me obliga a utilizar una silla de ruedas me, aporta una discriminación permanente en el transporte, la entrada a edificios, mis desplazamientos por las ciudades, etc. Por lo tanto mi problema, como persona con discapacidad, no está en la dimensión médica, mi problema, nuestro problema, es un problema social, de integración, de derechos, de discriminación. Si el problema es social, la solución debe ser por lo tanto una solución social.


5. La teoría de las minorías


Hace pocos años tuve la ocasión de escuchar durante unos breves minutos de un programa de televisión al Abbé Pierre, líder de los Traperos de Emaús. En un breve espacio de tiempo expuso de manera demoledora lo que he denominado la “teoría de las minorías”. Según el Abbé Pierre, tras la guerra mundial, la mayoría de la población era pobre, por lo que todos eran muy solidarios con el que estaba peor. Con el paso del tiempo, el nivel de vida subió y a día de hoy sólo el 6% de la población es pobre, por lo que esa minoría es ignorada por la mayoría, sencillamente porque no está cerca y además se hacen esfuerzos inconscientes por mantenerla lejos. Esta diferencia de números genera por lo tanto distancia, lo que a su vez genera indiferencia. De esta manera, las bolsas de pobreza se ven agravadas por la omisión de acción de la mayoría.


Esta omisión de acción de la sociedad, generada por la distancia de ser minoría es la responsable de la mayor parte de la discriminación que sufren las personas con discapacidad. Pocas personas son conscientes de los problemas que, por ejemplo, tiene una persona sorda para acceder a los medios audiovisuales, por lo que no se adoptan medidas para erradicar el problema.


Obsérvese que cuando hablamos de la sociedad, no se están estableciendo dos bandos, sino que la mayor parte de las personas con limitaciones físicas participa también de la omisión anteriormente mencionada.


El descuido social de las minorías se puede tomar como algo bastante natural en cualquier sociedad y tradicionalmente corresponde a la minoría hacer valer sus derechos y reivindicar sus necesidades, labor que ha sido desarrollada con un cierto éxito en los últimos años en España por el movimiento asociativo, liderado por el poderío económico de la ONCE.


Sin embargo, con el envejecimiento progresivo de la población y el consiguiente acceso a la discapacidad por una parte cada vez mayor de la sociedad, esta omisión de acción se está convirtiendo en un olvido peligroso de una sociedad que parece narcotizada con el presente y poco consciente de su futuro inmediato, en el que parece irreversible el aumento paulatino del número de personas con limitaciones auditivas, de visión, físicas y de aprendizaje. Y en el que la minoría de las personas con discapacidad tiene muchas papeletas para convertirse en la más grande de las minorías.


6. El diseño social


Tradicionalmente, la sociedad humana se ha enfrentado a la naturaleza para poder sobrevivir y ha estado ligada a ella en todo lo que afectaba a la organización de su vida.


La naturaleza resulta en efecto bastante poco bondadosa con las personas con discapacidad, que se enfrenta a ella en inferioridad de condiciones. Cazar, cultivar, cuidar ganado, etc. son tareas difíciles para personas con limitaciones físicas, de visión, de audición o de aprendizaje.


No obstante, la vida moderna transcurre por otros derroteros. Los niños hacen visitas a granjas escuela para aprender que la carne y los huevos no se hacen en los hipermercados, y se preocupan más por la última aventura de Lara Croft que por el clima y su incidencia en las cosechas.


En definitiva, vivimos en una sociedad en la que la mayor parte de las cosas que nos afectan las ha construido el propio ser humano, último responsable del mundo en el que vivimos. Desde las viviendas hasta el ciberespacio, pasando por los libros, las leyes, las escuelas y los medios de transporte, el hombre diseña el entorno en el que vive, así como sus servicios, sus reglamentos y sus modelos socioeconómicos. El hombre diseña y construye para el hombre.


Tras siglos de avances y retrocesos, de paces y guerras, de construcción y deconstrucción, la humanidad y especialmente el mundo occidental afronta el siglo XXI con modelos sociales asistenciales establecidos tras la Segunda Guerra Mundial, con 50 años de experiencia en la Declaración de los Derechos Humanos, con tecnología avanzada, con una sociedad del ocio y la técnica y con un preocupante vacío de ideas y una esclavitud preocupante de los votos, a la hora de diseñar el mundo en el que vivirán nuestros descendientes.


Es éste un buen momento para pararse a pensar en cómo va a ser la sociedad futura y de hacer una pequeña reflexión de quién la va a formar, ciñéndonos al mundo occidental, seguramente extraíble a algunas otras partes del planeta.


Parece evidente que cada vez vivimos más tiempo, con una espectacular subida de la esperanza de vida en las últimas décadas. Por otro lado, la conformación de la Unión Europea y la caída del Muro de Berlín, han dotado de una inusitada estabilidad al ámbito europeo.


La sociedad tecnificada y el modelo asistencial y las técnicas anticonceptivas han hecho disminuir la tasa de natalidad, obligando a recurrir a la inmigración para sostener las tasas de desarrollo económico sostenido. También los avances médicos han colaborado intensamente en el incremento del número de personas con discapacidad.


Teniendo en cuenta todo esto y simplificando un poco, es fácil prever que nuestra sociedad estará formada dentro de 30 años por muchas personas mayores, muchas personas con discapacidad y muchos inmigrantes.


Por lo tanto debemos adaptar el modelo de sociedad a las necesidades de estos colectivos, de los que formaremos parte. Nuestras leyes, edificios, ciudades, servicios, ciberespacio, centros de formación, de trabajo, de ocio y turismo deben ser diseñados y modificados para el modelo de sociedad que tendremos y queremos.


Una sociedad distinta de la que hemos tenido hasta ahora, una sociedad construida y concebida para todos sus individuos, teniendo en cuenta todas sus necesidades y todas sus limitaciones. Una sociedad en la que las personas con discapacidad se integren con naturalidad desconocida hasta ahora por el hombre.


7. Héroes y parias


Tal como hemos analizado en este texto, la mayor parte de la tradición de la humanidad lastra nuestra existencia como colectivo. Siempre hemos sido personas enfermas, sin cura, sin posibilidad de ser felices, viviendo en una sociedad que se apena de nosotros y que desea la erradicación de este tipo de miserias que prefiere no ver mucho. Nuestra única esperanza parece ser que la ciencia avance y nos cure, o bien ocurra un milagro de Dios.


Además, los intentos de erradicarnos por la vía violenta, siguiendo las corrientes eugénicas del mundo occidental del siglo pasado no sólo fracasaron, sino que han generado un cargo de conciencia en la sociedad, de manera que busca remedios menos violentos como anticipar nuestra discapacidad antes de nacer para ahorrarnos esta triste existencia que llevamos.


Siendo éste nuestro colectivo ¿quién puede desear pertenecer a él? ¿quién no desearía salir de él? Cualquier persona con dos dedos de frente odia estar así y busca vías de escape. El camino más conocido es el de los héroes, aquellos que se sobreponen a todo y consiguen hacerse un hueco, son vistos como iguales e incluso son admirados por haber sido capaces de haber superado tanta dificultad. La historia está llena de estos casos: Theodor Roosvelt, Stephen Hawkings, el maestro Rodrigo, Beethoven, Stevie Wonder, etc. son personajes que tienen un nombre propio en el libro de la historia. Pero... ¿y el resto? El resto somos parias de lujo de la sociedad. Pertenecemos a una casta que lleva años intentando eliminar nuestra permanente discriminación, y que ha alcanzando un cierto progreso y mejora de sus condiciones de vida en la sociedad.


Esta lucha, sin embargo, ha carecido de ideología, de pensamiento, de reflexión profunda sobre la génesis de nuestra idiosincrasia. Ha llegado el momento de olvidarnos del origen de nuestra discapacidad y de su dudosa futura curación, para afrontar con dignidad nuestra posición, intentando cambiar siglos de historia y buscar la plena consecución de la igualdad de personas y derechos.


Es el momento de diseñar un nuevo modelo de sociedad en el que todos seamos bienvenidos, aceptados como iguales y como personas que aportamos nuestra diversidad.


Ha llegado la época de la autoestima, de sentir que desde la ceguera, la sordera, la silla de ruedas, los problemas de aprendizaje, en suma, desde la diversidad, se puede aportar con orgullo un modelo de construcción social en el que todos estemos en condiciones de igualdad, y en el que la felicidad sea posible, si lo es, para todos sin distinción.


Me atrevo a asegurar que esta diversidad es buena y aporta beneficios a la sociedad. Baste como muestra un botón: el correo electrónico, medio de comunicación que utilizan hoy millones de personas, se inventó para poder comunicarse con una persona sorda.


No por eso se debe renunciar a la mejora individual, ni siquiera a la propia curación, de igual manera que el pobre siempre aspira a mejorar sus condiciones económicas. La lucha debe ser más social, más colectiva, con la seguridad de que las mejoras obtenidas redundarán en el beneficio de toda la sociedad, en la que no haya parias y no se necesiten héroes.


8. Conclusión


Para finalizar, me gustaría derivar en una breve lista de conclusiones sobre todo lo escrito anteriormente y en las que creo firmemente:


• La discapacidad no va a desaparecer, aunque puede cambiar.


• Su existencia es beneficiosa para el conjunto de la sociedad.


• La discriminación es la causa principal de los problemas de las personas con discapacidad.


• Hay que cambiar la mentalidad de toda la sociedad, incluida la de las personas con discapacidad para conseguir un nuevo modelo social.


• Aunque a ninguno de nosotros nos gusta tener una deficiencia, y a todos nos gustaría no tenerla, podemos y debemos aceptar con orgullo nuestra situación y luchar por nuestros derechos





martes, 6 de octubre de 2009

22 de enero de 2000

          Ayer, mientras ayudaba a Humberto hacer sus deberes, pensaba en lo grandesito que se me hacía. ¡¡Qué rápido pasa el tiempo!! Parece que fue ayer cuando rompí aguas mientras me "jincaba" un bocadillo en casa de mi mamuchi y empecé a dar saltos de alegría en el pasillo del ático gritando: -"¡¡Ya llega Humberto, ya llega Humbertooo!!"-
Jajaja... Recuerdo su cara de susto, amarilla como un bufo (aunque, en honor a la verdad,  nunca he visto uno y, por ende, no tengo idea del color que tendrá) reprendiéndome: -"¡¡Tate quieta coño, a ver si vas a tener al niño aquí!!"- 
Automáticamente puso en marcha su particular dispositivo de emergencia. Llamó al futuro papá y a todos mis hermanos, cogió la canastilla, mandó a mi padre al garaje y asiéndome del brazo me bajó hasta el coche... 

De camino a la Clínica, acariciaba mi gran barriguita mientras miraba el cielo... Había una enooorme luna llena, redonda y tan blanca como el lomo de un armiño. No podía creer que mi hijito fuera a nacer ya. Desde hacía 10 días estaba padeciendo contracciones pero tenía que haber esperado un poco más ahí dentro. Sin embargo, haciendo gala de la arrolladora personalidad que lo iba a caracterizar, el muy jodio decidió adelantarse 15 días. Me sentía tan pletórica de felicidad que no cabía en mi misma...

Al llegar al hospital ya estaba esperando mi hermana Emma (la tita), creo que también estaba Guille (novio suyo por aquel entonces y actual marido por este) y, como no, el papá del niño. Tenían tales caras de... no sé ni cómo decribirlas, jajaja!! Sólo recuerdo que les dije: -"¡¡Pero coñooo, si parece que en lugar de venir a un nacimiento vienen a un funeraaaal!!"-

Minutos más tardes la comadrona me instó para hacerme el reconocimiento habitual y mi única preocupación era que iba a llenarle el suelo de agua si me quitaba la compresa que llevaba puesta. Luego me llevó a la que sería mi habitación y me puso el monitor para controlar el ritmo cardiaco de mi bebé. Alberto le preguntó que para cuando se esperaba el feliz acontecimiento y ésta le dijo que podía ser para esa noche o para mañana, que dependía de muchas cosas. Y se fue dejándonos solos a los tres, jijiji...
Al poco entraron mis padres y dijeron que iban a bajar a la sala de espera.  Que les avisáramos cuando viniese el ginecólogo para hacerme la cesárea que tenía programada para mi. Y también se fueron...
Alberto me preguntó: -"¿Y ahora qué hacemos?"- Y, a la vez que me giraba de lado, le contesté: -"Abre tu cama supletoria porque me da que esto va pa largo. Yo no sé tú, pero yo voy a dormir"-.

Pero no pude dormir... Oía los latidos de mi pequeño Humberto y estaba atenta a todos los pitidos que de aquella máquina salía.
A veces leer tanto no es tan recomendable en ciertos casos. Desde que tengo uso de razón recuerdo que el hecho de ser madre era, a la vez que la meta más difícil de mi vida, mi mayor ilusión y a muy temprana edad empecé a leer libros sobre embarazos y partos. Así que cuando comencé a escuchar que los latidos de mi niño bajaban de frecuencia le dije Alberto que avisara a la comadrona  urgentemente. Por suerte, en ese mismo instante llegó mi ginecólogo, hizo el respectivo reconocimiento y me mandó volando al quirófano. Yo me puse taaaan nerviosa que se me subió la tensión a 14.

De ese momento recuerdo la gran indefensión que sentí.  Supe que de aquel desenlace yo era la única protagonista. Me sentía tan desprotegida...

Jamás se me borrará la cara de mi madre...  Expresaba tanto miedo...  tanto desasosiego.. Tanta impotencia...
Su imagen fue la última que vi antes de bajar a quirófano y comprendí que, por más que quisiese, no podía hacer nada por mi.

Entendí que aquella batalla tenía que librarla yo sola.... 




jueves, 27 de agosto de 2009

Nacimiento de una niñita "especial".












Nací un domingo de invierno a las once de la mañana, era el 15 de febrero del año 1970. Pesé 2 kilos 900 gramos y el parto fue normal, según le indicaron a mi madre, aunque nací con la cabecita "apepiná" síntoma de haber permanecido demasiado tiempo en el "asidero" o útero materno (al menos eso dicen). A mi madre la anesteciaron casi por completo para darme a luz, con lo cual apenas recuerda nada de aquel día, sólo que su ginecólogo era el Dtor. D. Rafael Ramírez y que en apenas mes y medio cumpliría sus 17 años.
Decidirse por el nombre de un hijo nunca ha sido tarea fácil y mi caso no iba a ser menos, de hecho fue un auténtico follón según recuerda mi madre.
Mi abuelo materno, Papá Juan, quería llamarme Beatriz pero mi madre dijo que ya habían muchas con ese nombre en la familia. Mi padre votó por el de Rosa, una antigua novia que tuvo, y mi madre casi lo fulmina con la mirada, jajaja!! Al final, harta de tanta vacilación, optó por zanjar el tema llamándome como ella... ¡María Margarita!
En aquella época no se estilaba eso de bautizar a los recién nacidos tal y como lo conocemos ahorita, con toda la parafernalia que conlleva y de hecho no poseo foto alguna de tal ocasión, pero me consta que fui bendecida con el sacramento porque mis padrinos fueron Papá Juan (mi abuelo materno) y una señora que vivía en Venezuela llamada Margarita Caballero, íntima amiga de mi abuela materna (Mamá Uca).

Fui una Bebita muy llorona y con apenas apetito pero lo bastante revoltosa como para ponerme en peligro pues cuentame mi madre que una noche cuando me bañaban afiancé con tanta fuerza mis piernitas en la falda de Cruza, una vecina del Risco de San Nicolás, que casi me voy al suelo, jijiji... Mas mi madre no tardó mucho en comenzar a notar que algo raro me pasaba cuando después de tres meses de nacida apenas mantenía la cabeza erguida, o cuando la mayoría de bebés empiezan a girarse de espaldas cuando están acostados yo no lo hacía. A los siete meses tenían que apoyarme entre almohadones para que al ponerme sentada no me cayera a los lados. Mi madre no se cansaba de llevarme a los pediatras y siempre se iba con la misma respuesta: "No se preocupe señora... Hay niños que son más lentos que otros... Ya se sentará, ya gateará, ya andará... "

Fue a los 7 meses cuando también me dio una gripe intestinal. Yo no dejaba de llorar y el Dtor. González Rosales mandó ponerme unas inyecciones. Mi madre cuenta que cuando me inyectaron la primera quedé como en estado de shock... Dejé de llorar y me quedé como paralizada... Al día siguiente, para más inri, me pusieron la segunda y obviamente el resultado fue peor pues me dio una convulsión. Entonces mi madre entre enfurecida e impotente lanzó aquel medicamento a la basura sin tomar nota del nombre o sus componentes y jamás volvió a inyectármela.

Después de ese desafortunado incidente mi madre acudió conmigo al pediatra D. Pedro Peñate, el cual nos derivó al psiquiatra Roca Segura el cual me diagnosticó un retraso mental y aconsejó me llevara al colegio "Monte Coello" en Santa Brigida.
Mi madre sabía que mi desarrollo no se estaba llevando a cabo como lo haría el de un niño "normal" de mi edad pero, cuando entró en aquel colegio y vio aquel panorama tan desolador (niños con babas cayendo, ojos perdidos mirando a ninguna parte, personitas en sillas de ruedas esperando ser despertados de su continuo letargo...) cuando ella contempló todo aquello, también supo, dentro de su ignorancia, que su hija no padecía la dolencia de aquellos niños.
Su hija no hablaba, no gateaba, no se mantenía sentada, no alargaba los bracitos para coger los muñecos que tan amablemente le ofrecían, es mas... ni siquiera podía casi agarrar con las manitas los juguetes que tanta compañía le hacían en su parque infantil...
Pero pese a todos los obstáculos que se estaba encontrando por el camino, a pesar de parecerle estar caminando por una senda minada, incluso pese a ver como esa niña que había parido hacía casi un año no pronunciaba palabra alguna y sólo emitía una especie de sonido gutural en un intento de comunicación apenas entendible, ella, con ese sexto sentido que tienen todas las mamás, sabía que su hijita era inteligente...

lunes, 13 de julio de 2009

Aquellos inolvidables veranos...

En mayo de 1978 mis padres invirtieron el millón y medio que tenían ahorrado en una casa terrera ubicada en una pequeña urbanización llamada “Lomo de Salas”, en Telde. En la actualidad no es así pero en aquella época, hace ya 32 años, el 98% de las personas que allí vivían eran extranjeros jubilados (principalmente nórdicos) que, huyendo del frío, fijaban su residencia en la isla. La casa que mis padres compraron pertenecía a una pareja de filandeses los cuales, después de haber estado parte de su vejez en Gran Canaria, decidieron retornar a su país de orígen con el fin de pasar sus últimos años de vida junto a los suyos. De ellos recuerdo eran entrañables... Llenos de arruguitas y de cabellos plateados, cariñosísimos y repletos de energía. El chalesito constaba de dos habitaciones, un saloncito que al anochecer le sacábamos el máximo provecho pues éramos siete personas en aquella familia, una cocinita muy pequeña y un baño. Luego tenía un patio enooooooooorme con dos parterres chiquitos y en la parte de abajo, que era donde estaba la entrada principal, había un peazo jardín con sauna incluida. Era la última casa de esa calle por tanto frente a ella se encontraba el marco incomparable y la majestuosidad del Océano Atlántico separado sólo por un barranco que, sin saberlo, se convertiría en parque para nuestros juegos y excursiones. Aquella visión auguraba unos veranos irrepetibles como así lo fueron. La compañía eléctrica no llegaba hasta aquel recóndito lugar y el único suministro eléctrico provenía de un motor que empezaba a funcionar de siete de la tarde en adelante, exceptuando los fines de semana que lo hacía a partir de las tres o cuatro. Me río al recordar cómo Juan Luis y yo estábamos siempre al acecho del hombre que se encargaba de ir hasta el barranco a “enchufarnos” la luz, jajaja!! Siempre iba en una motillo vieja que hacía más ruido que cien aspiradoras juntas de manera que cuando oíamos su “run run” particular nos asomábamos al patio para verlo y cuando desaparecía de nuestro campo de visión salíamos escopetaos pal salón a encender la tele y sentarnos frente a ella. Cuando la pantalla daba un fogonazo y las imágenes empezaban a verse era una fiesta, aplaudíamos y gritábamos ¡¡¡“BIEEEEEEEEEEEEEN”!!! Menudas caras de felicidad se nos dibujaba en el rostro. Hay que ver, no?... Qué fácil éramos de contentar en aquellos maravillosos años, jajaja!! Recuerdo que al principio sólo habían cuatro españoles en toda la urbanización... Manolo y el Sr. Guerra, dos militares retirados; Terete y Juan, un matrimonio que tenía dos niños pequeños y un setter irlandés marrón precioso. Juan era técnico en explosivos y su mujer se dedicaba a las tareas del hogar aunque tenía un talento especial para dibujar. Aún me acuerdo del dibujo que hizo en la puerta de su garaje... Era una manzana roja de la cual salía un gusano. Me encantaba aquella pintura, me quedaba minutos observándola, analizándola y preguntándome cómo aquella mujer podía haber hecho aquel dibujo tan lindo. ¡Parecía de verdad! Y por último nosotros, claro. Una familia integrada por un matrimonio, cuatro hijos de 8, 6, 4 y 2 añitos y la abuela materna de éstos. Al poco tiempo llegaron los Veronas, una familia con tres niños uno de ellos de la edad de mi hermano Juan Luis y otro, el mayor, de la mia. Compraron la casa de atrás y desde la ventana de nuestra cocina podíamos comunicarnos. Mis padres habían ido a ver primero esa vivienda, que también estaba en venta, pero mi madre desistió cuando vio la enorme piscina que franqueaba la entrada principal pues éramos muy pequeños y ninguno sabía nadar. Bueno, ni siquiera los adultos sabían así que imagínesen... cómo para caerse uno al agua sin querer... A ver quién era el listo que se atrevía a socorrerlo, jajaja!!! Retrocedo en el tiempo y es súper bonito rememorar cómo los viernes mi madre tenía todo los bártulos preparados para irnos a Telde... Conforme nos acercábamos a nuestro destino cruzábamos los dedos con la esperanza e ilusión de que Carlos y Nacho, los vecinos, también estuvieran allí. Muchas veces no era así pero sabíamos que si no era el viernes sería el sábado cuando jugaríamos juntos. Qué alegría nos invadía cuando, algún sábado a primerísima hora de la mañana, escuchábamos crujir la puerta de hierro del patio que daba a su casa pues tal cosa significaba indudablemente un finde de lo más ameno y divertido. Al poco tiempo otra familia Canaria se instaló en la urbanización. Yo estaba privá porque tenían tres hijas y una de ella era tres años menor que yo. Fue por el año 1981 cuando, gracias a mi prima Toñi, entablamos conversación y a partir de ahí todo fue “coser y cantar”. Se llamaba, bueno... se llama Sandra y tenía un pelo laaargo castaño que yo envidiaba porque mi madre jamás permitía que el mío creciera más abajo de los hombros, decía que hasta que no pudiera arreglármelo sola no me lo iba a dejar largo porque ella no tenía tiempo para hacerme las coletas y demás. Un verano me llevó engañá a la peluquería diciendo íbamos a ir a comprar helados pero no sé por qué a mi todo aquello, desde un principio, me olió a chamusquina y no me equivoqué porque a los veinte minutos estaba sentá frente a un espejo llorando como una magdalena, jajaja!! El 2º y último recuerdo “no tan bueno” que tengo de aquellos veranos fue cuando los padres de Carlos nos invitaron a mojarnos el culo en su piscina y mi madre se enfadó conmigo porque no me separaba de la escalera diciéndole que mi flotador estaba picado y ella no me creía. Jajaja... cómo me río al recordar la escena, ella intentando soltarme las manos de los escalones y yo aferrándome a ellos como una lapa, jajaja!! Al final me sacó pa fuera de un tirón, me dio una torta en el trasero y me mandó pa casa con el cisne picao en la cintura. ¡¡Qué vergüenza pasé!! Mas es todo un lujo poder decir que todos los demás recuerdos que acuden a mi memoria son al cual más bonito... Como cuando aprendí a montar en bici de dos ruedas a base de caídas y empotramientos contra las cristaleras que daban al salón... A mi pobre abuela no le dio un síncope porque no estuvo de Dios, jajaja!! Siempre le gritaba a mi madre: -”¡¡Chachaaaa, mira ver esa niña que cualquier día se nos mata!!”- A lo que mi madre contestaba: -“¡¡Tú déjala que a base de golpes aprende!!”- Y vaya que si aprendí... Dejé las rodillas en las baldosas del patio, mis huellas incrustadas en las cristaleras y el cuerpo tatuado con moletones pero yo terminé manteniendo el equilibrio en una bici de dos ruedas y jugar a policias y ladrones junto a mis hermanos y amigos como una más y todo gracias a mi “testarudez”, já!! O cuando Sandra y yo íbamos “de visita” a casa de las extranjeras y soportábamos la comedura de coco de éstas cuando nos mostraban imágenes de la Familia Real Sueca e intentaban explicarnos en un Español chapurreado quién era quién sólo para obtener unas golosinas. Me acuerdo que dejábamos que hablasen y nos enseñaran las revistas suecas y cuando ya me parecía que había transcurrido un tiempito oportuno, que nunca sobrepasaba los cinco minutos, le daba un codazo a Sandra para que dijera la palabra mágica: -“¿CARAMELOS?”- Entonces las extranjeras contestaban con una gran sonrisa: -”YES... YES...”- y nos llenaban los bolsillos de chucherías a la vez que intentaban decirnos que eran para todos los niños de la urbanización. Ahora más de uno se enterará que nos las comíamos a escondidas, jajaja!!! Qué lindo recordar aquellos calurosos atardeceres de verano jugando al escondite hasta cerca las once de la noche donde yo trepaba muros, saltaba escalones de dos en dos y me camuflaba entre las hierbas de los jardines abandonados de las casas que aún estaban sin habitar... Recuerdo con gran orgullo que casi siempre era la última en ser descubierta y de cómo todos los demás niños aguardaban mi salida para ser librados por mi. El entorno se llenaba de complicidad porque como mi parálisis cerebral impedía pudiera correr con la velocidad necesaria, ellos intentaban distraer al que se la quedaba o me sujetaban de un brazo para que pudiera correr sin miedo a caerme y poder llegar a la pared para gritar: -“¡¡LIBRO POR TODOS!!”-
También recuerdo con gran amor las noches de los domingos, recién bañaditos, cenaditos y con nuestros respectivos pijamas y batines de camino a Las Palmas en aquel peugeot familiar 505 (creo) blanco... De esos miles de retornos que hicimos, una imagen que no se me borra es la de mi hermanita Emma. Parecía una rabuja chiquitita, con aquellos pelillos, los ojillos chiquitillos, y el jociquillo de ratoncita. Apenas tenía dos añitos y la bata era más grande que ella, jajaja!! La mayoría se quedaban embelezados durante el trayecto pero yo, cuando el cielo lo permitía, me dedicaba a seguir con la mirada la luna y me preguntaba cómo era posible ella nos escoltara hasta el mismísimo garaje de Escaleritas desde Telde... No sé cuántos niños hoy día que padezcan un discapacidad como la mía puedan sentirse como uno más dentro de su entorno. O si será feliz o desgraciado. Esto no depende de la gravedad de su deficiencia. Depende de su entorno. Yo estoy convencida que he llegado a ser la que soy porque desde mi niñez me han empapado de cariño y no me han hecho sentir diferente de mis hermanos. Luego, conforme creces, te das cuenta que lo importante es tener clara tu percepción como persona dentro del sistema en el cual se vive, siempre en relación con tus metas, expectativas e intereses y, como no, limitaciones...

miércoles, 10 de junio de 2009

Desandando lo andado...

Ahora que he creado mi propio blog, en muchas ocasiones me sorprendo desandando lo andado y reviviendo "cositas" que creía olvidadas. Hay de todo un poco pero, por regla general, la mayoría de esos recuerdos son tan especiales que sin quererlo acaban dibujando una sonrisita en mi rostro.
Uno de ello es de cuando tenía unos nueve o diez añitos y parece como si no hubiera pasado el tiempo porque me acuerdo como si fuera hoy..
Sobre las cinco de la tarde me subía a la gua gua después de un intenso día de colegio y solía sentarme con una amiga, Juana Isabel. Durante el trayecto de regreso a casa, como si de dos pitonisas se tratara, fraguábamos juntas nuestro futuro; yo aseguraba que no me iba a casar, que sería profesora de niños pequeños, que pondría una guardería en el garaje de la casa de Telde y que tendría tres hijos (dos niños y una niña), hasta tenía uno de los nombres para el primero "Carlos Javier". De hecho así llamé a mi primer nenuco, jajajaja!!!
Resulta sorprendente cómo algunas convicciones permanecen inquebrantarles a través del tiempo pues llevo catorce años viviendo en pecado, jajaja!!! No he tenido tres hijos porque el "capullito" de mi pareja así lo decidió pero, contra todo pronóstico, tengo uno que vale por tres, jajajaja!!! Lo de la guardería en el garaje de la casa de Telde, conforme fui cumpliendo años me percaté que la visión del espacio dependía muy mucho del estado de crecimiento del observador. Me ocurrió lo mismo con la piscina que poco a poco y conforme yo me hacía más grande, pasó de ser de olímpica a una bañera gigante, jajaja!!!
Pero, por el contrario y pese a todas las vejaciones y agravios que sufrí en esa etapa de mi vida, sí que logré obtener el título de "Técnico Especialista en Jardín de Infancia" por F.P.
Por aquel entonces contaba con 22 años y fue cuando realmente fui consciente de las palabras que mi madre continuamente me decía... (Si las personas "normales" lo tienen difícil tú lo tendrás peor") Y es que... ¿A quién se le puede negar el derecho a la educación por el mero hecho de tener una discapacidad física? En la década de los 90 algunos puede creer que tal cosa era impensable pero, ayyyy amigos... ni es oro todo lo que reluce ni toda persona errante está perdida...
Pero ese es un capítulo de mi existencia que requiere una dedicación especial que ya escribiré cuando me sienta con ánimos, jeje... El caso es que no hay mal que por bien no venga y, como dije anteriormente, tal experiencia me sirvió para tomar conciencia de que no todo iba a ser de color rosa y que, aunque gastase todas mis energías intentando integrarme en la sociedad, siempre habría alguna persona que no me lo iba a poner nada fácil.
Cuando tú misma estás convencida y sabes que puedes conseguir lo que te propongas, ¿quién es nadie para poner límites a tus aspiraciones escudándose en la deficiencia física que padeces?
Todo aquello me pareció tan injusto e inhumano que desde entonces sólo una idea me rondaba la cabeza: luchar por la integración y reivindicar el respeto a la dignidad como personas que éramos. ¿Y qué mejor manera que hacerlo que desde una cualificación profesional?...
Así que en 1992 empecé a estudiar la carrera de Trabajo Social. Un periodo que marcó mi vida de forma maravillosa pues no sólo me empapé de conceptos teóricos sino también de unos valores humanos que constituyeron la base donde construí los cimientos de mi convivencia social y personal. Fue durante esa etapa donde aprendí a dosificar mi carácter convirtiéndome en una personita mucho más humilde...

miércoles, 29 de abril de 2009

Julio 1965-1969

Rondaba el mes de junio del año 1969 cuando mi madre tuvo la sospecha de que podía estar encinta...

Mis padres se habían conocido un 25 de julio de 1965 y desde entonces, entre cartas y encuentros furtivos, habían mantenido su particular relación. Pero no sería hasta pasados tres años cuando ese noviazgo se consolidó como tal.

Todo cambió cuando mi madre, con tan sólo 16 años y sola, fue al ginecólogo y éste le confirmó lo que ya sospechaba. Lo primero que se le vino a la cabeza fue en el disgusto tan grande que iba a llevarse mi abuelo cuando se enterara. Mi madre idolatraba a su padre. Tanto era la adoración que le profesaba que llegó a reflexionar sobre la posibilidad de ocultarle su embarazo e irse los meses que durase a Tenerife, pues allí tenía familia directa la cual podía "echarle un cabo", y volver cuando me diera a luz para evitarle un sufrimiento innecesario. Estaba convencida, o así lo quería creer, que cualquier posible mal trago que pudiera hacerle pasar se transformaría en alegría e ilusión una vez me tuviese en sus brazos.
Pero nada sucedió tal cual imaginó en esas primeras divagaciones de adolescente y cuando hizo partícipe a mi padre de su estado de "buena esperanza" éste no lo pensó dos veces y, automáticamente, dijo que tenían que casarse.
Hoy día cada persona es dueña de su vida y elige cómo y con quién desea vivirla, pero en aquella época, hace 40 años, todo era muy distinto y si te quedabas "preñada" siendo soltera la única opción que tenías era casarte (y eso en el mejor de los casos).
Así fue como un 25 de julio de 1969 a las 20.00 horas de un... (mi madre dice cree fue un sábado pero no se acuerda, jajaja, ains... cabecita esa pa un caldo pescao, jajaja...), ella con 16 años, él con 24 y justo cuatro años después de conocerse, mis padres contrajeron Santo matrimonio en un enlace oficiado por el sacerdote D. Miguel Ojeda en la Parroquia San Francisco de Asís.
Fue a partir de ese momento cuando realmente su historia, que también es la mia, dio el verdadero giro. Uno de 360 grados...
(Continuará...)

martes, 28 de abril de 2009

Artíulo del "EL MUNDO" (Gracias cuñááá)

Una trabajadora de la Fundación Numen ayuda a una niña con parálisis. (Foto: José Aymá)
ESTUDIO EUROPEO CON 800 NIÑOS CON PARÁLISIS CEREBRAL
Aislados por el dolor y la falta de atención Un estudio europeo a 800 niños con esta discapacidad analiza su calidad de vida La incapacidad intelectual, para andar, comunicarse y el dolor limitan su socialización Dinamarca es el país que más recursos pone a disposición de estos enfermos PATRICIA MATEY
MADRID.- No es lo mismo ser un niño con parálisis cerebral y vivir en Francia o Italia que en Dinamarca. Algunos países europeos deberían destinar más recursos a los menores con discapacidades en aras de elevar su participación en todos los aspectos de la vida. Lo demuestra el hecho de que los niños daneses sean, con diferencia, los que más integrados están en sus comunidades, tal y como acaba de confirmar un estudio europeo en el que no hay datos españoles.
La parálisis cerebral (PC), cuya incidencia está aumentando tanto dentro de nuestras fronteras como en el resto de países de nuestro entorno, afecta a 2,5 niños por cada 1.000 nacidos vivos. Es la causa más frecuente de discapacidad que se produce en la infancia y que llega hasta la edad adulta. Se debe a una lesión cerebral durante el embarazo, el parto o en los primeros años de vida. Quienes la sufren, además, de tener afectados los movimientos, la fuerza muscular, la coordinación y el equilibro, suelen presentar otros problemas asociados como trastornos cognitivos, sensoriales o del lenguaje.
La nueva investigación forma parte del proyecto SPARCLE [Estudio de la Participación de los Niños con Parálisis Cerebral que viven en Europa], promovido para 'descubrir' cómo mejorar la calidad de vida de los afectados y su colaboración en el día a día en todos los ámbitos. Los datos, recogidos en la revista 'British Medical Journal', se han obtenido gracias a la participación de 818 niños de entre ocho y 12 años con PC y sus padres, residentes en nueve regiones de Francia, Alemania, Irlanda, Dinamarca, Suecia, Italia y Reino Unido. Todos ellos rellenaron el cuestionario conocido como Life-H, desarrollado por la Organización Mundial de la Salud para medir en qué y cuánto participan los menores con discapacidad a través de sus hábitos de vida. Las preguntabas abarcaban múltiples y diferentes aspectos como: tipo de discapacidad, actividades diarias, papel social, comunicación, asistencia al colegio, interacción con otras personas, capacidad para comer o vestirse solo... entre otros. "Decidimos preguntar también por la frecuencia y la severidad del dolor en las dos semanas previas a la realización del cuestionario. Indagamos, asimismo, en el nivel de educación de los padres y si residían en una zona rural o urbana", señalan los investigadores en su estudio, liderados por Allan Colver, de la Universidad Newcastle (Reino Unido).
Entre los "niños con PC, los daños en la capacidad motora e intelectual, en la habilidad para andar, la comunicación y el dolor referido por los padres están fuertemente asociados a una baja participación en todas las áreas encuestadas", determinan los autores que insisten en que "el dato que hace referencia al dolor nos ha resultado muy llamativo y creemos que se debería tener en cuenta con el fin de que los especialistas se aseguren que el manejo del mismo se hace de la forma adecuada".
Dinamarca, un ejemplo Tras tener en cuenta, precisamente esta variable (dolor) y la incapacidad que causa la enfermedad, la intervención de los niños varía significativamente dependiendo del lugar de residencia del menor. Así, "los niños daneses tienen una alta participación en todos los dominios analizados, a excepción de las relaciones personales, en comparación con los menores de los otros países", reza el estudio. De hecho, parte de estas diferencias se explican "por las distintas políticas y leyes referidas directamente a la igualdad en información, educación, seguridad social, servicios de asistencia y cuidados, asistencia tecnológica de los diferentes países".
Se suma a este hecho el "que los grupos de apoyo daneses a pesonas discapacitadas han participado en la elaboración de distintas medidas con el fin de implementar el principio de igualdad en el acceso a los servicios. Así, los clubs deportivos, restaurantes, centros culturales, deben asegurar el acceso a los niños con minusvalía. Además, el sistema público danés tiene clubs que atienden a todos los chicos y chicas hasta los 12 años después de salir del colegio tengan o no discapacidad. Además de que también ofrecen, junto con Suecia, información a los padres sobre la asistencia tecnológica para los afectados". "La rehabilitación de los enfermos necesita que se extienda más allá de las dimensiones biomédicas de la enfermedad... Los hallazgos sugieren que los países deberían pensar en planear y desarrollar programas que beneficien a todos pero particularmente a los que ciudadanos desaventajados", defiende Peter Rosenbaum, de la Universidad McMaster (Canadá) en un editorial que acompaña al estudio.
Pero sobre todo, este experto recuerda que el estudio "refleja una forma moderna de pensar en la salud y en su función".

miércoles, 22 de abril de 2009

Mi padre...

Dicen que las niñas, por regla general, suelen ser más “padreras” que los niños, mas no es mi caso. Yo siempre he sido muy “madrera”. Con mi padre siempre “he chocado” aunque eso no significa que no lo quiera muchísimo. De hecho, hay tres escenas grabadas en mi memoria que cuando las evoco llenan mi alma de un sentimiento tan bonito como nostálgico.
La primera que guardo de una manera especial data de 1975. Recuerdo que hacía unos meses había empezado en el colegio (San Juan de Dios) y la gua-gua me dejaba, junto con otros niños, en el Teatro Pérez Galdós. Por aquel entonces vivíamos en el Risco de San Nicolás y era mi madre quien normalmente me esperaba para llevarme a casa. Yo siempre me sentaba al lado de la ventana y conforme nos íbamos acercando a la parada empezaba a mirar impaciente hasta que la divisaba.
¡¡Ayyyy... qué sensación de alivio cuando la veía!! Era como si hasta ese momento hubiese contenido la respiración por miedo a que no viniera a buscarme y me quitaran un gran peso de encima al verla, a continuación la saludaba con mi manita y sonreía mientras ella caminaba en dirección a la gua-gua devolviéndome la sonrisa.
Pero aquel día fue muy diferente porque lo primero que vi al llegar a mi destino fue la gran sonrisa de ¡MI PADREEEE! dándome la bienvenida, ni siquiera bajé los dos primeros escalones de la gua-gua como acostumbraba hacer con mi madre porque enseguida me cogió en brazos, me llevó al kiosko que había en la plazoleta y me compró unos paraguas de chocolate y un bolso de “Pipi Cazalargas”, jajaja... Estaba hecho con la misma tela de los sacos papas de aquella época y tenía la carita de Pipi cocida en él, uyyyy... Cómo destacaban aquellas trenzas naranjas, jajaja!!
La segunda de ellas también creo ronda el mismo año pero no estoy muy segura, sólo sé que era un fin de semana y mi padre llegaba de unas maniobras o algo similar, incluso podía haber sido de la famosa “marcha verde” del Aaiún, no lo sé... El caso es que hacía días, semanas, que había estado fuera de casa y estaba a punto de regresar. Mi madre estuvo pendiente de su llegada asomada a la entrada y cuando lo vio nos dijo a mi hermano y a mi: -¡Venga, escondansen detrás de la puerta que ya viene papá!- Así lo hicimos y cuando mi padre entró a casa, salimos nosotros de detrás de aquella puerta de madera grandota y robusta gritando y saltando de alegría para darle la bienvenida, jajaja!! Jamás olvidaré la sonrisa y los ojillos chispeantes de mi padre al vernos.
Y el tercer recuerdo especial que tengo de mi padre es del año 1995, el día de mi Orla. Yo tenía 25 años y acababa de diplomarme en Trabajo Social por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Cuando recogí mi Orla y la rosa de manos del Decano y me dirigía a ocupar mi sitio de nuevo, miré hacia donde estaba sentada mi “gente” y vi como mi padre se enjuagaba las lágrimas...
No puedo describir el sentimiento que me inundó por dentro pero sí puedo decir que, en aquel momento di pleno significado al dicho “más vale una imagen que mil palabras”. Mi padre nunca ha sido muy comunicativo pero por primera vez su silencio reclamaba mi atención pues, por primera vez también, tuve la certeza que estaba orgulloso de mi...
Ahora ya saben de quién he heredado mi linda sonrisa y los ojillos de "Piolín". (Y es cierto, ¡¡no tengo abuelas!! jajaja...)
¡Te quiero mucho PAPUCHIII!

sábado, 18 de abril de 2009

Refexiones y conclusiones personales.

A veces me pregunto el por qué de mi existencia puesto que considero que todos estamos en este mundo por alguna razón. Puedo asegurar, sin miedo a equivocarme o pecar de exagerada, que toda mi vida ha sido una lucha constante; siempre debiendo demostrar a los demás mis aptitudes y capacidades, siempre en continuo exámen, en permanente competitividad con esta clasista sociedad... Soy mujer fuerte, quizás hasta demasiado, podrían clavarme una estaca en mi pecho que lo más probable lo aguantaría pero, contradictoriamente, soporto más el sufrimiento propio que el ajeno. No me permito fallo alguno y, sin embargo, seguramente me equivoco demasiado. Mujer de gran carácter que ha sabido dosificarlo con la ayuda incondicional del paso de los años... Descubrí tenía un rol masculino muy desarrollado, probablemente a la continua insistencia materna de que debía ser fuerte y luchar porque las lamentaciones y las lágrimas no conducían a nada y yo tenía que lograr mi independencia en la vida. Pero a poquito mi rol femenino fue emergiendo de lo más recóndito de mi ser y, "al golpito", voy descubriendo que errar no es malo ni llorar símbolo de debilidad... Que ser fuerte no es exclusividad del hombre y que lo peor que te puede ourrir no es ser débil sino INSENSIBLE.

martes, 14 de abril de 2009

Recordando...



Nada recuerdo con más agrado de mi niñez que los sueños y las fantasías.
Esa inmensa capacidad de los niños de suspirar, de abrir los ojos y mirar con lo más profundo de su mente y su corazón al mundo de la ilusión.
Esa capacidad de imaginar...
Lo increíble es que el niño no solo lo ve y lo siente como si fuera realidad, sino que tiene la capacidad de vivirlo sin reservas más allá de cualquier frontera.

Mi infancia... Jooooo... Soy la primogénita de cinco hijos. Mi madre me tuvo cuando aún no habia cumplido los 17 años y a mi padre le faltaban 4 meses para los 25. En aquel entonces se decía eso de: "se casaron de penalti", cuando una pareja contraía matrimonio porque ella estaba embarazada.
En el colegio, cuando se lo conté a mi mejor amiga ésta me dijo: "que pena, no?". Tuve que mirarla inquisitivamente porque prosiguió con un: "lo digo porque si se casaron por obligación a lo mejor no estaban lo suficientemente enamorados"...
Yo en cambio siempre pensé que era afortunada. Imagino a esa pareja de novios, comiéndose a bechitos... regalándose caricias por doquier... AMÁNDOSE y todo ello a escondidas, uhmmmm... qué rico!. ¡¡SOY FRUTO DE LA PASIÓOON...!!, toda FUEGOOOO, uhmmm... Así salí... con las hormonas disparás, jajaja....
Uy, creo me estoy saliendo del tema jijiji.... Recapitulemos. Ejem...

Mi infancia... (suspirito) El eco de su presencia siembra primavera en mis inviernos, y el recuerdo de sus caricias reverdece el jardín de mis otoños.... Siempre he afirmado ha sido la época de mi vida que recuerdo con más nostalgia, quizás porque los niños son sinceros pero sin maldad e inocentes por naturaleza y por ello inmunes a la sociedad...
Fuí una niña feliz. No recuerdo verme diferente a mis hermanos o amigos; siempre era una más porque, pese a que dí mis primeros pasos cuando otros a mi edad brincaban y comencé hablar cuando los demás eran ya "cotorras", yo me hacía entender con gestos y llegaba a cualquier sitio arrastrándome por el suelo (nadie me ganaba imitando a las serpientes, jijiji...)
Me gustaba mucho que me leyeran antes de dormir... Mi madre tenía una colección de mini-cuentos, medían quizás el doble de una caja de fósforos, la letra era minúscula y estaban llenos de imágenes; "Blanca Nieves"... "El patito feo"... "Pulgarcito"... Ella se sentaba en mi camita y yo la escuchaba embobá recostada en sus muslos para poder ver los dibujos del mini-cuento. Me encantaba pintar también. Todos me compraban blocks de aquellos para colorear... Recuerdo que en una hoja venía el dibujo ya pintado y en la siguiente sin colorear para que tú lo hicieras igual, pero yo habitualmente me iba a las páginas centrales jeje... eran donde no habían moldes para fijarse y daban rienda suelta a la imaginación. Nunca he sido muy devota de lo impuesto y como siempre me ha gustado curiosear, supongo aquello era lo más parecido a sentirme yo misma.

Recuerdo mi primera llantina... No entendía por qué mi hermano, que era dos años más pequeño, podía ir a la guardería del barrio y yo no . No sé que mentira piadosa me diría mi madre en aquel momento, pero el único impedimento que me negaba el acceso aquel jardín de infancia era mi discapacidad, simplemente me veían distinta y no querían problemas. Aun así mi madre logró la "gran obra de caridad", y los días en que a ella no le quedaba más remedio porque debía hacer gestiones en la calle y no tenía con quien dejarme, sólo esos días, yo podía disfrutar de una jornada de guardería como cualquier hija de vecina .

Muchas veces, cuando mi hijo hace de las suyas, le digo a mi pareja que dentro de unos años nos reiremos de ello...
Mi madre hoy se ríe al recordar el juego de sábanas que tiró cuando vio escritas en ellas, ¡y con bolígrafo!, las vocales, jajaja.... Creía había sido cosa de la hija de la vecina porque mi hermano tenía apena dos añitos y yo... bueno que yo pudiera hacerlo, eso era impensable; entre otras cosas porque los días de guarderías no habrían dado tiempo a que las aprendiera. El caso es que al parecer la vecina, íntima amiga de mi madre, apostaba el cuello que había sido yo alegando que su hija no sabía hacer ni la "O" con un canuto, jajaja.... así que no quedó otra que comprobarlo. Menos mal que lo de jugarse el cuello era en sentido figurativo... jajaja....

Mi infancia... (suspirito). Podría estar evocando recuerdos de ella que no me cansaría... Fui una niña feliz y supongo que por ello, ahora me siento tan bien por dentro y se nota por fuera...
El niño es como un barro suave donde puedes grabar lo que quieras... pero esas marcas se quedan en la piel... Esas cicatrices se marcan en el corazón... Y no se borran nunca....
Esto bien podría ser un homenaje a mis padres por lo magnífico que lo hicieron. Ahora que soy madre, sé lo difícil que resulta a pesar de que se pone todo el empeño del mundo y más....

Una mamá orgullosa...